¿Cuáles son los beneficios de la democracia? ¿Quizás sea su capacidad para limitar la centralidad del poder de tal forma que nadie pueda imponer su voluntad al resto de la población de forma absolutista?
Las instituciones democráticas, al segmentar el poder, tienen la ventaja de preservar a la población de los embates de la dictadura y de la arbitrariedad que puede caracterizarla. Sin embargo, esta ventaja va acompañada de una gran desventaja: la falta de agilidad y rapidez en la toma de decisiones. Dado que se hace todo lo posible para garantizar el respeto de los derechos y las libertades individuales, la democracia es intrínsecamente un modo de gobierno lento que puede resultar tedioso en muchos aspectos. Por el contrario, un sistema basado en el gobierno de un solo partido (es decir, sin oposición) tiene la correspondiente ventaja de la rapidez en la toma de decisiones.
China es un buen ejemplo de ello y su éxito no es en absoluto ajeno a su gobernanza. Al permitir que un solo hombre dirija la nación, le otorga efectivamente los poderes de un empresario.
Un jefe tiene varias características que no se encuentran en los modos de gobierno democráticos. Toma las decisiones solo y no está limitado por ningún poder compensatorio. Puede pedir consejo a su personal, pero él tomará la decisión final en conciencia.
El jefe asume toda la responsabilidad de sus decisiones y las consecuencias para la empresa están directamente bajo su control. Puede despedir a cualquier empleado a su antojo, puede tomar decisiones poco razonables si lo desea.
Un jefe de Estado democrático, aunque su poder puede variar de un país a otro (véase Francia y el carácter monárquico del presidente), está sin embargo sometido a todo un sistema de controles y equilibrios que le impiden realmente tomar decisiones en solitario la mayor parte del tiempo.
Si esta característica es deseable para los ciudadanos, no siempre es un buen augurio para las opciones estratégicas (diplomáticas, económicas, militares, etc.) del país, que carece de reactividad en un contexto internacional cambiante.
Tener la posibilidad de gestionar un país con mano de hierro tiene muchas ventajas en la era de la globalización y la competencia que ésta induce a todos los niveles. Por supuesto, los ciudadanos en tal situación carecen de consentimiento en las decisiones estratégicas. Esta falta de consenso puede compensarse fácilmente con una mejora de las condiciones materiales de vida. Un país en el que la gente vive cómodamente siempre tendrá menos ganas de cuestionar las instituciones, aunque no sean democráticas.
Dirigir un país como una empresa puede parecer la panacea. Se pueden tomar rápidamente decisiones audaces siempre que sean beneficiosas para el país. Si hoy se critica el carácter autoritario de un régimen, es sobre todo porque nos recuerda las horas oscuras del siglo XX, cuando los regímenes totalitarios llevaron a la ruina y la destrucción. Esto nos hace olvidar que los días de gloria de las naciones tuvieron lugar bajo regímenes autoritarios (el monacato absoluto de la Francia de Luis XIV o el período victoriano británico).
Aunque no aspiramos a una época en la que una gran parte de la población estuviera aplastada bajo el peso de los impuestos para financiar proyectos de todo tipo, sí podemos ver los beneficios de un régimen así, aunque sólo sea en términos de influencia.
Una nación próspera puede esperar razonablemente un futuro mejor para su población, por lo que a menudo es más importante centrarse en los avances económicos que en los sociales o democráticos.
En esencia, una gran empresa suele estar dirigida como un Estado, por lo que puede verse enredada en disputas internas que paralizan su actividad. Lo ideal es tener la fuerza de una gran empresa con la movilidad de una estructura pequeña. A modo de comparación, esto explica, en un ámbito completamente diferente, el éxito de los jinetes esteparios que arrasaron Europa y parte de Asia en la época medieval. ¿Qué es un ejército de jinetes sino un grupo con una inmensa potencia de fuego y una movilidad sin igual?
Las hordas de Mongolia podrían atacar y retirarse si fuera necesario. Ningún ejército de infantería fue capaz de contrarrestar las ventajas estratégicas de la formación de caballería mongola hasta que se desarrollaron innovaciones tácticas y tecnológicas.
Lo más sorprendente de la historia es que se repite. Todas las lecciones que podríamos aprender de ella están ahí delante, pero todavía hay dirigentes que pretenden mirar hacia otro lado. La política contemporánea puede leerse a través de las lentes del pasado. Gran parte de lo que ocurre hoy es consecuencia de la larga historia que nos arrolla como una apisonadora imparable.
El mérito de algunas naciones es que, a pesar de los mandatos internacionales, no se dejan dictar en la forma de organizar y desarrollar su poder. En parte, gracias a un buen conocimiento de la historia y de su repetición, consiguen evitar los problemas que aún afligen a las naciones de nuestro tiempo.
No se puede dirigir un país como se dirige una empresa si se quiere el bien común inmediato. Por otra parte, si se quiere promover el bien común de las generaciones futuras, no es ilógico ver a un Estado como una empresa cuyo rendimiento se optimiza.
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