La envidia es un sentimiento doloroso. Surge cuando contemplamos la vida de otro y nos sentimos inferiores. Esto dificulta sentir alegría cuando los demás sienten alegría. La felicidad de los demás expulsa nuestra propia felicidad. A la inversa, la infelicidad de los demás expulsa nuestra propia infelicidad y, en última instancia, nos hace más felices. Esta idea se traduce al alemán por el término “schadenfreude”, que significa literalmente “alegría malsana” o “alegría maligna”. ¿Debemos deshacernos de ese reflejo y, en caso afirmativo, cómo?
La envidia o la “alegría malsana” son dos cosas que debes desterrar de tu vida porque son causa y consecuencia de tu infelicidad. Como seres sociales, los humanos tenemos una propensión natural a compararnos para saber cuál es nuestra posición en la sociedad. Esto demuestra que somos conscientes de nuestra naturaleza social, pero también es malo porque podemos querer menospreciar a los demás para sentirnos mejor encumbrados en la sociedad. La envidia es mala porque nos hace infelices. Si quieres ser feliz, es mejor que te concentres en lo que puedes hacer en tu vida sin preocuparte por los demás, en lugar de seguir siempre lo que hacen los demás.
Si experimentas antojos frecuentes, esto puede indicar que no has tomado las riendas de tu vida, que eres pasivo. Cuando eres activo, tiendes a crear una dinámica positiva a tu alrededor. Las personas pasivas son más propensas a ser menos optimistas o incluso malhumoradas. La envidia desplaza tu atención hacia algo sobre lo que no tienes control: los demás. Al ser envidioso, indicas que tu felicidad depende de los demás: si alguien es feliz, tú te vuelves infeliz y viceversa. Así que la única forma de tener control cuando eres envidioso es ayudar a arruinar la vida de los demás para que tú puedas sentirte mejor. En la práctica, esto significa convertirse en una personalidad tóxica, lo cual no es nada deseable.
Cuando eres tóxico, contribuyes a la infelicidad de los demás y entras a formar parte de una espiral de negatividad que no conduce a nada bueno. Nos destruimos a nosotros mismos queriendo destruir a los demás, más o menos como un kamikaze. Por ello, es esencial poner fin cuanto antes a cualquier comportamiento tóxico. La envidia es un veneno que nos mata antes de matar a los demás.
Si experimentas antojos frecuentes, esto puede indicar que no has tomado las riendas de tu vida, que eres pasivo. Cuando eres activo, tiendes a crear una dinámica positiva a tu alrededor. Las personas pasivas son más propensas a ser menos optimistas o incluso malhumoradas. La envidia desplaza tu atención hacia algo sobre lo que no tienes control: los demás. Al ser envidioso, indicas que tu felicidad depende de los demás: si alguien es feliz, tú te vuelves infeliz y viceversa. Así que la única forma de tener control cuando eres envidioso es ayudar a arruinar la vida de los demás para que tú puedas sentirte mejor. En la práctica, esto significa convertirse en una personalidad tóxica, lo cual no es nada deseable.
Cuando eres tóxico, contribuyes a la infelicidad de los demás y entras a formar parte de una espiral de negatividad que no conduce a nada bueno. Nos destruimos a nosotros mismos queriendo destruir a los demás, más o menos como un kamikaze. Por ello, es esencial poner fin cuanto antes a cualquier comportamiento tóxico. La envidia es un veneno que nos mata antes de matar a los demás.
“Mudita” es un concepto budista que significa “alegría comprensiva” o “alegrarse de la felicidad de los demás”. En cierto modo, es lo contrario de “schadenfreude”. Es la consecuencia de un mayor nivel de conciencia. El cambio no es tan sencillo; no se pasa de la “schadenfreude” a la “mudita” por pura fuerza de voluntad. La schadenfreude es el sello distintivo de nuestra relación con el mundo. Es el fruto de nuestros hábitos, nuestros condicionamientos, nuestro karma (la acumulación de nuestras acciones presentes y pasadas). Para cambiar las huellas kármicas, necesitamos adoptar un conjunto de valores diferente, y eso lleva tiempo. Es un proceso lento: cambiamos nuestros pensamientos y luego vienen nuestros actos. Schadenfreude” es el resultado de una mente plagada de carencias, que juega a un juego de suma cero: si el otro gana, yo pierdo; si el otro es feliz, yo soy infeliz; si el otro es rico, yo soy pobre, etc. Es un proceso lento. Si la otra persona es rica, yo soy pobre, etc. Con esa forma de ver las cosas, entendemos por qué nos alegramos de la desgracia ajena en una situación así. La mudita, en cambio, implica una relación diferente con el mundo: mi felicidad es consecuencia de la felicidad de los demás, sólo porque el mundo es feliz puedo serlo yo, hay un sentimiento de pertenencia a un todo mayor, a una conciencia colectiva, y de ser artífice de esa conciencia a nivel individual. Es una relación radicalmente opuesta con el mundo.
La conciencia colectiva es, como su nombre indica, la suma de las conciencias individuales. A fortiori, si quieres influir en el Cosmos, tienes que saber que formas parte de un todo interconectado. Cada pensamiento es una gota de agua colocada en un jarrón que luego se vierte sobre el mundo. Si tus pensamientos son puros, ayudarán a purificar este vaso colectivo. Si tus pensamientos son viles, contaminarán el agua que luego se vierte sobre los demás. Por eso es importante que te cuides y dediques un momento al día a purificarte. La purificación personal equivale a la purificación colectiva.
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