La familia se construye principalmente sobre las ideas de compromiso y lealtad. Una sociedad es un conjunto de familias; se podría decir que no es más que el resultado de millones de actos diarios de compromiso y lealtad. La crisis de la sociedad actual podría, en última instancia, tener su origen en una crisis del compromiso y la lealtad. ¿Cómo encontrar la manera de seguir produciendo vínculo social, incluso civilización, en este contexto? ¿Y si la rehabilitación de la familia pasara por una reapropiación de conceptos que hoy parecen, en algunos aspectos, superados?
Todo el mundo se equivoca; no hay nada más humano. Sin embargo, hay elecciones tan decisivas que moldean toda una vida. Son lo que llamamos elecciones estructurantes: qué estudias, dónde decides vivir y con quién eliges casarte.
Si decides, desde ahora —pese a tus errores pasados— hacer el amor solo con una persona, te obligas a considerar decenas de factores antes de actuar. Esto significa que esa persona solo puede ser tu futuro esposo o esposa, salvo que decidas no casarte o no tener nunca relaciones sexuales con tu cónyuge, lo que parece poco probable.
En la perspectiva del matrimonio, deberás evaluar sus valores, su moralidad, su espiritualidad, lo que puede aportarte y lo que tú puedes aportarle. Si fundas una familia, también querrás saber si esa persona será un buen padre o una buena madre para tus hijos. Es como salir de caza con una sola flecha en el carcaj: no puedes disparar por placer, debes apuntar con cuidado, con discernimiento y conciencia, para regresar con la “presa correcta”, que satisfaga tus necesidades y alimente a tu familia.
Tener múltiples relaciones sexuales abre la puerta a numerosos problemas. En primer lugar, aumenta el riesgo de ser injusto con las mujeres (si eres hombre) y el de tener hijos fuera de un marco protector y comprometido.
Si eliges, desde ahora, tener solo una pareja, liberarás energía para tu trabajo, tu espiritualidad y todo lo que te hace crecer. Para sobresalir en cualquier campo es necesario entregarse por completo; sin embargo, la promiscuidad sexual no es más que una distracción peligrosa, a menudo causa de fracasos y miserias humanas.
• Esta regla se aplica salvo que tu cónyuge te abandone: no puedes obligar a alguien a quedarse (pero esto exige sinceridad en tu comportamiento y no actuar de forma que lo aleje).
• Si estás en pareja, la última persona con quien puedes hacer el amor no puede ser otra que tu cónyuge.
• Si estás soltero, el mundo entero está abierto para ti —incluidos, potencialmente, tus ex.
Esta reflexión sobre el compromiso y la pareja puede hacer eco del minimalismo. Decidir unirse solo a una persona a partir de ahora podría considerarse una forma de minimalismo relacional, equivalente al minimalismo material.
Sin embargo, el minimalismo popularizado hoy en día está a menudo desconectado de la frugalidad, lo que debilita su poder crítico.
La prohibición de hacer algo puede ser tan poderosa como la obligación de hacerlo.
El minimalismo aparece como una reacción al consumismo. Sin embargo, sigue siendo una forma de consumismo: no basada en la cantidad y la posesión, sino en la calidad y la experiencia. En este sentido, no es verdaderamente contestatario, sino más bien el habitus de una élite global, acostumbrada a vivir en varios lugares, viajar y acumular experiencias excepcionales.
Desde el punto de vista ecológico, ¿qué diferencia hay entre una habitación llena de objetos y alguien que viaja constantemente en avión y cena en los mejores restaurantes? Muy poca, ya que son dos caras de la misma moneda: consumismo de productos frente a consumismo de servicios.
Ahora bien, el minimalismo también tiene raíces espirituales. En el budismo, por ejemplo, surgía de los votos de pobreza y la vida monástica, y era entonces auténticamente anticonsumista. Sin frugalidad, el minimalismo moderno no es una alternativa al consumismo: es simplemente su otra cara.
Una de las grandes ventajas del minimalismo es que libera espacio mental. Al obligarte a deshacerte de un objeto antes de adquirir otro, evitas la tentación, simplificas las elecciones y te concentras más en tu trabajo y tus relaciones.
Esta reducción de los impulsos consumistas refuerza la concentración y la creatividad. El consumismo vincula la felicidad con la compra, pero se trata de una felicidad dopaminérgica: breve, insatisfactoria y sin fin. La verdadera felicidad se fundamenta en la serotonina, cuyos efectos son duraderos, y que se cultiva a través de:
• exposición a la luz natural
• actividad física
• una dieta rica en triptófano (huevos, quesos, nueces, plátanos, chocolate negro, semillas de calabaza, soja, pescados grasos)
• relajación, meditación y respiración
• relaciones sociales y gratitud
• música, arte y actividades creativas
• sueño regular y reparador
El minimalismo fomenta la gratitud, pues recuerda constantemente lo que ya poseemos. Dado que cada nueva compra debe compararse con lo que ya tenemos, aprendemos a valorar más nuestras posesiones.
Al centrarnos en lo que tenemos, en lugar de en lo que nos falta, cultivamos satisfacción y serenidad. Y ese es uno de los grandes secretos de la felicidad.
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