El cerebro humano está diseñado para protegerse y anticiparse a los peligros. Este sesgo de negatividad nos impide ver el mundo de forma optimista. Tendemos a recordar sólo las cosas malas que hemos hecho. Por eso es necesario hacer un esfuerzo consciente para mejorar nuestra autopercepción positiva.
A menudo pensamos en nuestras malas decisiones y tenemos poca gratitud por nuestras buenas decisiones. Sin embargo, son nuestras buenas decisiones las que han contribuido a los elementos positivos de nuestra vida actual. No todo es de color de rosa, pero tampoco todo es negro.
No todos somos sabios y las malas experiencias suelen ser las que más nos enseñan sobre la vida.
Con demasiada frecuencia nos dejamos abrumar por nuestra mala conciencia. Nos impide ver las cosas tal como son y por eso nos obsesionamos con los malos pensamientos.
Una importante aportación del budismo es la noción de intención. Una acción puede clasificarse como buena o mala en función de si tiene una intención buena o mala. Las malas acciones de las que nos arrepentimos son, de hecho, las animadas por una mala intención que conocemos en el fondo (no podemos escondernos de ella).
Una mala intención puede definirse del siguiente modo:
– Deseamos dañar deliberadamente a alguien (o a un ser vivo) mediante un abuso físico o moral
– Nos mueve el egoísmo para satisfacer las propias necesidades
– Nos mueve el odio, la ira o el miedo cuando actuamos
Para juzgar una acción hay que tener en cuenta tres cosas: la intención subyacente, la naturaleza de la acción y sus consecuencias.
Una acción puede ser mala en sí misma, como mentir, robar, matar, etc. Sin embargo, la naturaleza de la acción puede verse matizada por la intención subyacente y la consecuencia, por ejemplo: alguien roba comida para alimentar a un niño hambriento.
Para mejorar la buena intención, hay que mejorar el nivel de conciencia. Existe una relación de interdependencia entre nuestra conciencia y nuestras acciones: nuestras buenas acciones refuerzan nuestra conciencia y nuestra conciencia refuerza nuestras buenas acciones.
Lo que hace que actuemos mal suelen ser nuestras creencias erróneas. La mayoría de las veces actuamos mal por ignorancia, de ahí la importancia de la educación y la iluminación. Los libros o las personas ilustradas pueden ser los mejores recursos a tu disposición para mejorar tu comprensión del mundo.
Es difícil cambiar nuestra forma de pensar porque está moldeada por nuestros hábitos. Como un hábito tarda en desarrollarse, también tarda en cambiar en profundidad. Es la repetición de una acción lo que puede cambiar el cableado de nuestro cerebro.
Hay 3 niveles de buen karma:
– Buenos pensamientos
– Buenas palabras
– Buenas acciones
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