Viniste a la Tierra por una razón, y fuiste tú quien lo deseó. No lo recuerdas, pero antes de encarnarte, elegiste cuidadosamente dónde ibas a nacer. Cada encarnación te da la oportunidad de convertirte en una mejor persona. Es en parte el sufrimiento el que te enseña las lecciones más importantes. ¿Estás desesperado hoy porque no tienes mejores padres o porque no naciste con una cuchara de plata en la boca? Recuerda que tú elegiste esto, aunque no lo recuerdes.
El concepto de dharma nació en India y adquirió un significado diferente cuando fue adoptado por el budismo. En el budismo, el dharma se refiere a las enseñanzas del Buda y la sabiduría que de ellas surge. Originalmente, el dharma es el deber de cada uno que debe cumplir para estar en armonía con las leyes del universo. Así, para simplificar, una persona nacida en una familia de agricultores debe realizar su dharma convirtiéndose en el mejor agricultor que puede ser. Sin embargo, esto en realidad es una corrupción de la enseñanza de los textos hindúes. Esta mala interpretación (voluntaria) llevó a la sociedad de castas y su rigidez. En realidad, cumplir con tu dharma es actuar teniendo en cuenta tus inclinaciones (o gunas), tus cualidades naturales, para ser la mejor persona posible. Si, por ejemplo, eres un perfeccionista y te gusta trabajar con tus manos, seguramente deberías optar por una profesión en la artesanía que te permita expresar al máximo tus habilidades.
Al venir a la Tierra, olvidaste tus existencias pasadas y te sumergiste en Maya (las ilusiones). Recibiste la educación de tus padres, que a veces tienden a negar o descuidar tus talentos naturales. Para reconectar con tu dharma, tendrás que buscar en lo más profundo de ti mismo y así encontrar tu verdadera naturaleza.
Si dudas y no sabes hacia dónde dirigirte, deberás enfrentarte a la realidad y probar diversas actividades, ya sean deportivas, culturales o artísticas. Cuanto más experimentes, más sabrás hacia dónde dirigirte. A menudo, no es necesario forzarte a experimentar cosas, porque naturalmente has mostrado una inclinación hacia ciertas actividades. Desde una edad temprana, probablemente has demostrado un deseo de comunicarte con los demás, escribir historias, cantar o ayudar a los animales. Recuerda estas tendencias naturales; hacia ellas deberías dirigirte más adelante. Además, a veces también se trata de elegir por eliminación: no saber qué quieres hacer a menudo nos ayuda a descubrir lo que deberíamos hacer.
A medida que la sociedad moderna evoluciona, nos enfrentamos cada vez más a una enorme presión para tener éxito y encontrar nuestro lugar en el mundo. En un entorno tan exigente, es fácil sentirse abrumado y sin propósito. Muchos de nosotros luchamos por encontrar nuestra “razón de ser”, el objetivo que le da sentido y dirección a nuestra vida.
Sin embargo, al descubrir nuestra razón de ser única, comenzamos a identificar nuestras fortalezas y pasiones, a desarrollar un sentido de identidad y a comprometernos en el camino del crecimiento y desarrollo personal. Una vez que hemos identificado y abrazado nuestra propia razón de ser, podemos perseguirla con toda la convicción y diligencia necesarias para asegurar su realización. Este proceso exige un considerable compromiso y perseverancia. Nos obliga a evaluar constantemente nuestros objetivos y a ajustar nuestros enfoques si no generan los resultados deseados. También es importante no olvidar nuestro entorno, incluido nuestro contexto familiar y social, para entender que, aunque pueda parecer caótico, se pueden extraer lecciones valiosas de las pruebas a las que nos enfrentamos.
Por lo tanto, es necesario dar un paso atrás y reflexionar sobre lo que creemos que es nuestro propósito final en la vida, entregarnos completamente y abrazar las lecciones aprendidas en nuestro entorno social y familiar. Al hacer esto, estaremos en el camino correcto para convertirnos en mejores personas, con una mejor comprensión de nosotros mismos, de por qué estamos aquí y de nuestro lugar en el mundo.
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