Es posible que nos enfrentemos a diario a personas malintencionadas que minan nuestra energía. Pueden perturbarnos y molestarnos de tal manera que nuestros pensamientos pronto se ven abrumados por la negatividad. Este enfoque en las personas que nos hacen daño es perjudicial. Nos impide mirar la luz, la luz que realmente puede refrescarnos y hacernos sentir más altos. Sería como mirar nuestra sombra y no saber que el sol está justo encima de nuestra cabeza y que es el origen de nuestra sombra. La energía sigue nuestro foco de atención. Con demasiada frecuencia, al ser disminuidos, menospreciados o despreciados por un entorno perjudicial, olvidamos que la solución está en otra parte, que es necesario recurrir a aquello que nos dará la energía vital para afrontar los retos que tenemos.
Querer enfrentarnos a nuestros adversarios de frente puede ser agotador si no nos hemos conectado previamente a una fuente de energía ilimitada mediante la oración o la repetición de mantras. Para enfrentarse a los demonios, hay que asegurarse de tener un corazón magnánimo para que la maldad de ciertas personas no nos alcance. Por desgracia, casi siempre es imposible salir indemne de los enfrentamientos con personas que nos desean el mal. Rezar por ellos, por muy contraintuitivo que parezca, puede mejorar la situación. Los vínculos y pensamientos benévolos, cuando son fuertes, pueden aniquilar el más vil de los males. Este enfoque requiere trabajo y práctica, y está al alcance de todos los que desean resolver sus problemas por un camino de luz. Uno puede luchar contra un enemigo con armas similares, pero al hacerlo, puede empantanarse y convertirse en lo mismo al final.
Por supuesto, en muchos casos será necesaria una forma de coacción, ya que la benevolencia no siempre es apreciada. Mostrar una forma de inflexibilidad amorosa es una opción viable. Los villanos también están ahí para poner de relieve nuestras propias áreas de progreso, nos desafían en la forma en que amamos lo que aparentemente no es digno de amor. El amor no tiene que ver con el objeto del amor, sino principalmente con el sujeto (nosotros mismos), es un nivel de conciencia que debe ser cultivado a través de la acción y la voluntad de permanecer conectado a lo divino.
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