El mundo es hostil, lo que nos empuja instintivamente a cultivar todo tipo de armaduras llamadas identidades o egos. Estas armaduras que apreciamos, las utilizamos como un escudo que nos protege de los repetidos asaltos de un entorno que imaginamos como enemigo. Lentamente, pero con seguridad, todo nuestro ser se está metamorfoseando, ya no somos del todo humanos sino reptiles. Nos arrastramos para escapar de los golpes maliciosos, cada contacto nos hace más fuertes, al menos la corteza de este caparazón se espesa tanto que obstruye nuestra visión.

Venimos a revolcarnos en esta realidad porque es la única que conocemos. Nos sentimos orgullosos de haber sido capaces de evitar las trampas que nos han puesto en el camino, al igual que nuestra dureza -fruto de esta aclimatación- es igualmente motivo de satisfacción y orgullo. ¿Es convertirnos en tortuga la única opción que tenemos? ¿Podemos triunfar sobre nuestros adversarios de otra manera que no sea pareciéndonos a ellos?

Un luchador suele tener sólo dos estrategias para ganar un combate: ser el más resistente o ser el más rápido. La resistencia implica ser capaz de aguantar los golpes durante más tiempo y ser rápido requiere ser flexible y algo relajado.

La tortuga apuesta por su resistencia, mientras que si hubiera elegido otro camino, podría haber convertido su debilidad en fortaleza y viceversa. La vulnerabilidad que podemos mostrar adelgaza el grosor de nuestra coraza. Es doloroso porque parece que nos están desnudando. Sin embargo, si practicamos este ejercicio lo suficiente, podemos desprendernos de lo que está resultando una carga. Cuando nuestra piel es delgada, es en este momento cuando pueden crecer las alas para llevarnos al firmamento o simplemente hacernos tomar altura. Dejando morir una parte de nosotros mismos podemos reinventarnos y resurgir de las cenizas. Para convertirnos en un pájaro de fuego, en un ave fénix, nos toca deshacernos de nuestra última corteza para ser ligeros como el aire, para levantar el vuelo y contemplar la vida bajo una nueva luz.

Edward

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