El flujo de la vida nos trae momentos de felicidad y momentos de tristeza. Mientras que hay algunos momentos de la vida que parecen estar bajo nuestro control, nos enfrentamos a condiciones que no podrían superarse si hubiéramos tratado de encontrar a la persona o al factor responsable y no pudiéramos absorber el amargo jarabe.
La pertenencia a la familia, los amigos y los círculos sociales nos empuja a intentar escapar de ellos, al tiempo que nos adormece. La pertenencia a la familia es uno de los primeros límites con los que nos definiremos después de abrir los ojos, luego vienen los límites de la amistad, sociales y culturales. Todo esto está pensado para servir como ingredientes, bloques de construcción e identidades que necesitamos para navegar más adelante en la vida. Desgraciadamente, hemos visto que en lugar de potenciar a los miembros, estas pertenencias obstaculizan la fuerza vital que debía expresarse en la creatividad, la sensación de bienestar y las formas de crecimiento personal.
En un escenario de teatro, admiramos a los actores o actrices que se acercan a su personaje y que son capaces de interpretar el papel dado y expresar las emociones esperadas. Podríamos definir si el personaje exagera o degrada la obra por su débil actuación. Es como si ya conociéramos la autenticidad de una emoción y hubiéramos experimentado todo el espectro de sentimientos diferentes.
Las preguntas son: ¿Podríamos desempeñar nuestro mejor papel sin prestar atención a las fuerzas que se interponen en el camino? ¿Cómo podemos conectar con las emociones más auténticas? Por último, ¿qué libertad tenemos para expresar estos sentimientos y emociones? En otras palabras, ¡cuáles son los límites para desempeñar el papel del yo puro, ya sea la tristeza, la ira, el amor o la alegría, sin temor a la vulnerabilidad que pueda conllevar, y para expresarlos con pura conciencia y sin amargura!
Casi todos conocemos la excelencia de la autenticidad y también la vulnerabilidad que experimentamos ante la incomprensión, las falsas expectativas e incluso el abuso. Por lo tanto, la elección consciente de desempeñar nuestro mejor papel requiere tres pasos de coraje. En primer lugar, tenemos que observar nuestro juego, es decir, nuestras acciones, emociones y sentimientos sin juicios destructivos para poder conectar con nuestro papel puro. A continuación, debemos ser lo suficientemente valientes como para aceptar que somos lo suficientemente capaces de cambiar en una dirección positiva, basándonos en nuestros talentos y dones. Y, por último, dar pasos hacia el escenario de la vida, confiar en el flujo significativo de la vida, y ser conscientes y guardar espacio para las oposiciones y dificultades que podamos encontrar.
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