El humano es un ser finito con necesidades infinitas. La búsqueda de la gloria y la eternidad son dos ejemplos de deseos asociados con el infinito. Ante la incapacidad de satisfacer tales necesidades, vivimos la mayor parte del tiempo con sentimientos de frustración y descontento. ¿Cómo podemos resolver este problema cuando estos deseos parecen ser los que los diferencian de otras especies, más aún porque nos empujan a lograr cosas que de otra manera no haríamos?
La búsqueda del infinito es propia de cada uno, pero hay una manera de satisfacerla, y consiste principalmente en adherirse a las creencias en las que el infinito tiene un lugar predominante. De hecho, es ante la finitud de la vida que las religiones prosperan al proponer un discurso de la eternidad. Así, aunque nuestra vida esté limitada en el tiempo, tendríamos la posibilidad de crear el infinito si así lo decidiéramos. Por supuesto, las religiones no tienen el monopolio en este campo, sino que se han limitado a las cuestiones existenciales. Hay campos como las matemáticas o la filosofía que tienen el infinito como uno de sus objetos de estudio. Esto permite a uno resolver ecuaciones y al otro reflexionar sobre otra respuesta a las preguntas de la existencia.
El postulado de la existencia eterna no siempre es más atractivo que el de la finitud. En efecto, el infinito es el reino de la cantidad donde lo finito puede convertirse en el reino de la intensidad, de la profundidad por el hecho mismo de su finitud. Así es como lo finito puede “vencer” a lo infinito, siempre y cuando lo finito ofrezca
∫a(t) dt (de 0 – nacimiento – a un valor finito) > ∫b(t)dt (de 0 a infinito)
t: momento de nuestra existencia
a: la vida vivida con profundidad
b: la vida llevada con insignificancia
Por lo tanto, una vida bien vivida vale 10.000 más. Un día bien vivido vale una vida. La trampa es ceder a la idea de que, la intensidad está en el placer. Esta idea está muy extendida porque sirve a un propósito capitalista. Sin la búsqueda del placer, no hay productos o servicios a la venta. El placer es el reino de lo efímero, su saciedad sólo conduce a la satisfacción temporal. Por eso la ideología del placer, el hedonismo, no es más que una carrera interminable hacia la multiplicación de las experiencias. El verdadero valor, sinónimo de profundidad, es la alegría, el encuentro con nuestra propia santidad. Es el trabajo de hacer que lo eterno – lo divino – viva en nuestros corazones. Un momento de alegría supera los miles de momentos de placer, es el verdadero éxtasis*, es decir, la “salida de sí mismo” y del mundo sensible.
Si buscas la eternidad, debes encontrar tu propia definición de profundidad y vivir de acuerdo a ella. Al hacerlo, podrá quitarse el peso de la frustración de los hombros y podrá morir en cualquier momento, con un corazón ligero.
*el significado de la palabra “éxtasis” hoy en día es devoto, se asocia con la idea de un intenso placer sensual, que es lo contrario de su significado original que es la superación del mundo de los sentidos.
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