Crecer en una familia que da cabida a la espiritualidad no es la suerte de todo el mundo. A menudo vivimos sin esta dimensión de nuestra vida hasta que nos enfrentamos a una grave crisis existencial o personal. Es poco sincero e incluso peligroso lanzarse de cabeza a la vida espiritual sin haberse iniciado previamente en ella. Se corre el riesgo de convertirse en un fanático. Todos los cambios llevan su tiempo, y lo mismo ocurre con la espiritualidad si queremos que este cambio sea permanente.
Una transformación es profunda si ha necesitado tiempo para impregnar todas las dimensiones del ser (mente, cuerpo, emociones, etc.). Cuando cambiamos radicalmente, corremos el riesgo de cambiar sólo en la superficie. La regla del 1% dice que el efecto acumulativo de pequeñas mejoras durante un largo periodo de tiempo tiene resultados espectaculares en comparación con los grandes esfuerzos realizados en un corto periodo de tiempo. Es mejor mejorar un poco cada día que intentar impresionar a los demás con mejoras espectaculares.
No todos sentimos la necesidad de despertar nuestra dimensión espiritual. A menudo es un encuentro casual o una lectura lo que proporciona la chispa. Sólo mediante la repetición de pequeños esfuerzos que pueden parecer insignificantes podemos adquirir capital espiritual. Éste, como todo capital bien invertido, se desarrolla y crece con el tiempo.
Todo lo que ha sido cultural ha sido sobre todo cultural. La literatura, la arquitectura, la pintura y el arte en general están impregnados de referencias religiosas. El impulso a la creación artística está ligado a la búsqueda de un vínculo con lo trascendente. Debido a estas conexiones con lo culto, estamos culturalmente impregnados de referencias espirituales sin ser siempre conscientes de ello. En consecuencia, a menudo resulta bastante sencillo establecer el vínculo entre cultura y espiritualidad cuando emprendemos nuestro viaje iniciático.
La regla del 1% no deja lugar a dudas: todos podemos mejorar infinitesimalmente cada día, por lo que nos llama a la acción sin rodeos ni excusas. Esta regla nos invita a seguir esforzándonos como un maratoniano que no deja de correr aunque avance muy lentamente.
No se trata de tus resultados inmediatos, sino de tu esfuerzo, de tu empuje, de la dirección que tomas. Adoptar la filosofía del 1% es vivir con cierta serenidad y confianza en que todo esfuerzo tiene su recompensa. El presente puede ser oscuro, pero el futuro es brillante cuando se adopta este enfoque.
Nadie está obligado a desarrollar todas las dimensiones de su vida (intelectual, emocional, física, etc.), pero al elegir hacerlo, uno da otra dimensión a su vida. Abre el campo de posibilidades. La dimensión espiritual es existencial. Tener un capital espiritual fuerte te hace más fuerte para enfrentarte a los peligros y obstáculos de la vida. Es una coraza adicional, una cuerda más en tu arco para vivir en un mundo que puede parecer hostil en algunos aspectos.
– Rezar: es un acto sencillo que puede realizarse en casi cualquier circunstancia.
– Repetir mantras: puedes decir palabras benévolas en tu cabeza o una sola palabra que tenga poder. Si tienes dos minutos en una cola, puedes decir mantras en tu cabeza.
– Meditar: calmar tu mente a través de la meditación puede abrirte las puertas de la espiritualidad.
– Limpiar: limpiar tu espacio vital es un acto espiritual. Al hacerlo, creas un mejor flujo de energías positivas
– Dar: dar tu tiempo, energía o dinero a alguien, desinteresadamente, es un acto caritativo que mejora tu capital espiritual.
– Ayunar: al ayunar, ganas energía, ya que ésta no se utiliza para la digestión. Esta energía se puede utilizar para actividades espirituales. El ayuno consiste en dominar tu cuerpo y, por lo tanto, tomar el control de tu mente.
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