Dondequiera que miremos hay desastres, injusticia y tristeza. Hay ballenas de desgarro, personas que se mueren de hambre, bocas cerradas y pueblos sometidos a la tortura en las cárceles por luchar por sus necesidades básicas, animales y plantas en peligro de extinción y el cercano daño no compensable al medio ambiente.
Imaginemos una presencia temporal de corta duración en la tierra para cada uno de nosotros. Si es así, ¿por qué no sacar el máximo provecho para nosotros mientras descuidamos lo que se llama moral? Probablemente no nos enfrentaremos a una profunda tristeza y daño viviendo una vida egoísta, y creyendo que somos el único ser que importa y al que se sirve.
Ahora añadamos las religiones y la moral a la historia y creamos en un objetivo superior que une estas partículas dispersas en una conexión muy compleja y delicada. El menor beneficio sería establecer las reglas que limiten el daño al conjunto y tomar el daño ajeno como propio a lo sumo o intercambiar la buena acción y suprimir nuestros deseos caprichosos con las probables recompensas después de la vida.
Este es exactamente el punto en el que muchos incrédulos podrían cuestionar la religión y la idea de un Dios justo. ¿Por qué tiene que haber todos estos dolores si existe un Dios todopoderoso? ¿Por qué tiene que haber un deseo voraz que lleve a dañar a las personas y a la naturaleza? ¿Por qué la distancia entre ricos y necesitados es cada vez mayor? Y, por último, ¿cómo ambientarías la historia si fueras ese Dios todopoderoso?
